martes, 4 de agosto de 2009

volver

Vuelvo a estar a solas con el universo, vamos hacia el uno, pero somos tan pequeños
Vuelvo a transitar por los patios de mi escuela
Ahora cuando ya llega la noche, esa que nunca termina
Ahora que el merodeador anda suelto
Ahora que el enjambre vuela con su roca a cuestas
¿Que voy a hacer en esta noche oscura?
Ahora que el frio es mas intenso
y no puedo moverme
y no puedo moverme
y no puedo moverme...

sábado, 17 de enero de 2009

el dia en que me fui convirtiendo en roca

“Sólo hay dos alternativas: ser y mundo, si ganamos el mundo perdemos el ser, si ganamos el ser perdemos el mundo”
Aalejhos

Y ahora nos vamos a quedar solos y en silencio:
Como la roca que espera el mar
Como el heliotropo que sigue el sol
Como la montaña que espera la nieve
Como la cosecha a la siembra
Como este “rigor mortis” que se me va viniendo
Como ese “sueño imposible” que alguna vez tuve
“ser uno mismo”inmutable e imperecedero


“Nací inocente, estúpidamente inocente, me contaron historias, creí esas historias”. Me dijeron, por EJ. que los niños los traía la cigüeña, que existía un viejito que le regalaba cosas a los niños, que a los niños desobedientes se los llevaba un “viejo del saco”. Pero muy pronto me di cuenta que eran engaños para manipular a los niños. Mi primera decepción fue descubrir que mis padres no eran mis padres, ellos me habían abandonado poco después de nacer, De mi niñez sólo tengo recuerdos amargos, mi únicos momentos felices era cuando jugaba hasta tarde en la calle. Otro recuerdo grato era cuando me subía a los árboles, y desde ahí contemplaba el mundo extasiad era como estar entre las nubes, libre de todo y de todos, lejos del dolor, lejos…
Así me fui haciendo, en esta vida que yo no había pedido, pero que tenía que vivir a pesar de no haberla elegido. Así llegue a mi adolescencia sin conocer el placer de la juventud, porque, mi vida transcurría entre el trabajo y el deber; mientras que el amor, la familia, y todos aquellas cosas que un día me dijeron que me harían feliz, yacían como muñecos descabezados, sin sentido, y sin esperanza.
Los días se sucedían en interminable procesión, unos tras otros, iguales, uniformes, monótonos, ya todo había perdido importancia para mí, nada me motivaba, había iniciado la travesía por “la noche oscura del alma”.
Mis días eran ¡levantarse! tomar desayuno, trabajo, 8 horas de sueño. Luego, volver a despertar, y todo comienza de nuevo, en esta interminable cadena de obligación. ¿cómo escapar a este destino de dolor y frustración a que somos condenados por la injusticia social de haber nacido pobres Comprendí al mismo tiempo que el sufrimiento y el dolor me había hecho más fuerte.
Empecé a perder el mundo cuando dejé de ir a reuniones sociales, cuando dejé mi trabajo, cuando ella se fue, cuando dejé mis hijos, cuando me relegué a mi casa.
Cuando me quede solo como un hombre condenado al “ostracismo”: ya nadie me visitaba, nadie me invitaba a su casa. Así sin amigos, sin dinero, sin amor, me fui entregando a la dulce comodidad del abismo.
Sentía que nadie me quería, que a nadie le importaba, que era una molestia para los demás; y ese sentimiento nefasto me llenaba de tristeza, de miedo y ansiedad. No era relevante que tuviera hambre o frío, sino el hecho de sentirme inexistente, invisible a los demás o una cosa molesta que todos evitan
Mi cuerpo anquilosado se hundía cada vez más en la ciénaga de los males de este mundo, pensé en Job y en el martirio a la inocencia[1]. Me sentí identificado con el gran inocente de Job que siempre creyó que el bien era para los buenos, mientras que el mal para los malos, en efecto, yo también creía que el mal era para aquellos que se apartan del camino de Dios, los rebeldes, los desobedientes[2]; mientras que el bien para los buenos, aquellos que siguen los designios divinos: los obedientes, los mansos, los pobres de espíritu. Como dice Elifaz[3]: “Dios hace justicia en este mundo premiando a los justos con salud y bienes materiales, y castigando a los malos con dolor, enfermedad y calamidades De modo que cualquier falta puede desencadenar la ira divina, como una enfermedad o algún cataclismo.
Hasta aquí todo está bien: bastaría con mantenerse dentro de los límites impuestos al hombre para llevar una vida buena y saludable. Es decir hacer lo que Dios quiera que hagamos en el mundo, para llevar una vida colmada de bienaventuranzas. Pero aquí aparece el primer problema, ¿Cómo sabemos lo que Dios quiere de nosotros?

La pregunta que Job debiera hacer es si él actuó de buena fe, cuál es la falta que cometió para merecer ese castigo divino. Pero la pregunta que hace Elifaz es ¿existe algún hombre que pueda considerarse bueno ante los ojos de Dios?
Lo cual deja entrever que Job, cometió alguna falta que sólo el ojo de Dios pudiese ver; ojo que puede descubrir fallas hasta en los Ángeles. Pareciera que en este pasaje querer significar un “Dios vigilante”, capaz de castigarnos ante la menor falla que incurriésemos.
Esto significa que el hombre es un ser muy importante para tener un Dios que esta atento a todo lo que el haga, lo vigile y ponga a prueba a cada instante. A mí más bien me parece, que si existe un Dios, a este el hombre le es indiferente; porque, tanto las desgracias, como las gracias, caen igual para todos, sean justos o pecadores, los cuales la pasan muy bien: “nada perturba la paz de sus hogares, ni la vara de Dios cae sobre ellos[4]
“muchos mueren en lo mejor de sus vidas, cuando estaban tranquilos y felices; mientras que otros mueren con amargura en el alma sin haber experimentado felicidad alguna[5]
Dios le quita la vida tanto al bueno como al malo y juntos comparten el polvo y los gusanos.
Hasta aquí, ante los ojos de Dios, pareciera no haber diferencia entre el actuar del malo y el actuar del bueno, como dice el tango Cambalache: “Da lo mismo ser un ladrón que un gran profesor”. Esta falta de motivación para hacer el bien, nos conduciría hacia un mundo “sin Dios”, donde al acostarme diría ¿Cuándo llegará el día?; y al levantarme ¿Cuándo llegará la noche?. Un mundo donde ríes pero no con toda tu risa, y lloras no con todas tus lágrimas[6]
Un “mundo sin Dios” es un mundo sin significado ultimo de lo que nos pasa, el hacernos semejantes al orden divino, el conocer a Dios, el contemplar a Dios.
Esta visión de mundo “encantado” de Dios es donde todo es posible, donde existen los milagros, la buena fe, la inocencia, la felicidad, donde todas las cosas encierran un misterio, un enigma; la ciencia nos dirá que es una ilusión, una mentira, que se trata de un mundo irreal. Pero como dice Hölderin
“El hombre es un mendigo cuando piensa, y un Dios cuando sueña”
El problema no reside aquí en la capacidad de soportar el sufrimiento, sino en el de encontrarle un sentido a este: podemos interpretar lo que nos aqueja como el mayor de los males: Me lo esperaba, y no lo esperaba que iba a tener ese temblor característico, y esa rigidez como tubería de plomo que inunda todo mi cuerpo. Pero no esperaba, lo que no esperaba era el hundimiento intelectual, ese quedarme mudo, aturdido mirando el ocaso suspendido en el aire, sin nada que decir, sin nada que hacer, tan solo suspendido en el aire.
Cuando se tienen 20 años uno jamás se imagina que va a terminar dando pasitos cortos como un ratoncito miedoso que se oculta en su guarida
Miro mis manos retorcidas y temblorosas las que fundirían el metal más duro, esas que alcanzarían las estrellas; ahora como mis piernas temblando de pánico ante la muerte que se avecina.
Me pregunto, ¿Cómo un cuerpo destinado a danzar, a moverse fluidamente, se pueda convertir en ese cuerpo anquilosado por el plomo que lleva?, un cuerpo que era el templo del alma, se convierta en una “tumba viviente”
No entiendo porque Dios me mandó esta muerte lenta, tan lenta como la muerte que es para siempre. “Se nace para morir”, y el aprendizaje fundamental de la vida es aprender a morir: “todo tiende hacia el fin, todo tiende hacia la entropía, nos precipitamos en caída libre hacia el vacío”
La muerte a nosotros nos libera de este sufrimiento fastidioso, que me hace odiar a todo el mundo, que me convierte en ese “viejo odioso”, que ha llegado a odiarse a sí mismo; que me hace sentir incómodo en la posición que me ponga, si estoy sentado, si estoy parado, si estoy acostado, nuestra incomodidad cae sobre nosotros como una lluvia eterna. El lugar, donde antes descansábamos, hoy se ha convertido en un potro de tortura.
Ya no siento la alegría de vivir, sólo siento que me voy apagando poco a poco, en esta “pasión inútil” en que me he convertido, en esa bala disparada al aire que no tiene destino, en esa agonía eterna que ahora pretendo terminar

Sin embargo, esto no es suficiente cuando me doy cuenta de la terrible indolencia de los demás, veo sus caras amargas, como si le reprocharan el ser diferente; como si lo que a uno le pasa hubiese sido elegido. Los seres queridos, bajo la pupila enferma se convierten en desconocidos, como si un muro nos separara de esos rostros que en otrora nos eran tan familiares. La persona enferma pierde legitimidad social, es declarada interdicta por la gente que le rodea, y él se hunde cada vez mas en el abismo de la nada.

Pero como no eres capaz de atarte los zapatos, le reprochan quienes no tienen ese problema, somos un fastidio para los “normales”. Como podemos hablar de autoestima, si nos hacen a un lado en el camino, nos discriminan atendiendo a nuestra incapacidad para manejarnos en este mundo, nos hemos vuelto invisibles a los ojos de los demás. Pero pese a todo, de tanto ir el cántaro al agua este finalmente se quiebra, nos hacemos invencibles, pese a nuestras derrotas, como la cucaracha que de tanto matarla, resiste incluso la bomba atómica; o como el moscardón que vuela aunque la ciencia aeronáutica diga que el no pueda volar
Nos hacemos imperturbables porque ya la turbación no importa
Nos hacemos inmortales porque la muerte es lo que menos importa
Porque no tenemos nada que perder, ni ganar
Porque el sufrimiento no ha hecho fuertes, casi tan fuertes como el acero templado


[1] El problema que nos plantea Job es ¿cómo saber lo que Dios quiere de nosotros?
[2] El pecado más grande en la concepción cristiana es la desobediencia (negación del ob-audio: escucho lo que se me dice, pero no lo acato). Recordemos que el pecado original es desobedecer a Dios, por esta razón Luzbel es expulsado de la “corte celestial”; y Adán y Eva del Paraíso. Antes había sido condenado a Sócrates a beber la cicuta (veneno) por romper la filiación con los dioses (impiedad)
[3] Un creyente amigo de Job con el cual se reúne para solidarizar con él
[4] Job. 21, v.9
[5] Job. 21, v.23
[6] Kalil Gibran “El Profeta”